Davide Piganzoli

Piganzoli, el segundo de una familia de tres hermanos, es originario de Valtellina. Allí dio sus primeros pasos: «Tenía ocho años. A mi padre le gusta mucho el ciclismo y él también va en bici. Me compró una bici, una Vicini, y la verdad es que me enamoré de este deporte. No era sólo yo. Mi hermana mayor, Alice, también compitió durante un tiempo. Pero al final lo dejó. Empecé en la escuela Pedale Morbegnese hasta que, a los catorce años, me cambié a la Scuola Ciclismo Trevigliese de Bérgamo. Un equipo mucho más grande, con más calendario, donde pasé cuatro años antes de pasar al EOLO KOMETA”.  El salto al equipo profesional llegó gracias a la fuerza de su trabajo diario, que le llevó a conseguir resultados muy importantes en la categoría sub-23 (5º en el último Tour de l’Avenir, campeón de Italia contrarreloj, 10º en el Giro de Italia), gracias a la voluntad de alguien que siempre se ha visto entre los ‘grandes’ del ciclismo vistiendo este maillot. El año pasado Davide fue creciendo, día a día, cumpliendo todas las expectativas que había puestas en él hasta llegar a un final de temporada como protagonista. «Para mí, el ciclismo siempre ha sido un juego bonito, que conocí por casualidad: tenía 10 años y en la plaza de mi pueblo había un evento en el que los niños podían probar algún deporte. Había bicicletas pequeñas y una ruta para hacer: me subí al sillín y no quería bajarme. Recuerdo que enseguida le dije a mi madre que quería hacer eso, que quería hacerlo en serio. Ella se puso en contacto con una escuela cercana a casa, pero para entonces era verano y lo hablaríamos en septiembre: nos fuimos a la costa y aquellas fueron las vacaciones más largas de mi vida, porque me moría de ganas de volver y empezar a pedalear. Cuando no estoy en la bici me gusta escuchar música, me encantan los Nuclear Tactical Penguins, y salir a pasear con mis amigos. Siempre que puedo, me doy un capricho con una pizza: como buen italiano, es mi plato favorito”.