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La Fundación Alberto Contador logró ‘La Compostela’ después de cuatro días de marcha hasta Santiago

Después de cuatro duros días de marcha a pie, la expedición al completo de la Fundación Alberto Contador subió a las seis de la mañana del miércoles 7 de diciembre en el autobús que les trajo de regreso a casa. Atrás quedaba una experiencia que pocos imaginaban, tanto por su nivel de exigencia física como mental. Seguramente ‘El Camino de Santiago’ les había dejado su impronta.

fullsizeoutput_4e2cDesde que la noche del 2 de diciembre los 44 miembros de la Fundación Alberto Contador (29 ciclistas más los miembros del staff técnico y el personal de Polartec) salieron de Pinto (Madrid) hasta su regreso en la mañana del día 7, el esfuerzo y la constancia para superar el reto del Camino han sido la tónica.

Los corredores no supieron hasta una semana antes de partir que su objetivo era Santiago de Compostela. Sólo habían recibido instrucciones para preparar sus mochilas y sus piernas para una larga caminata. Cuando descubrieron el objetivo de su viaje, la excitación fue enorme. ¿Cómo iban a hacerlo, cuál era el plan, cuántos kilómetros iban a caminar?… Algunos, incluso, nunca antes habían oído hablar de esta peregrinación o sabían muy poco al respecto.

Muy sencillo. Iban a recorrer las últimas cinco etapas del Camino de Santiago en cuatro jornadas, apurando el tiempo para así poder volver al trabajo y a los entrenamientos cuanto antes, pero con una bonita experiencia en las mochilas, después de un paréntesis de cuatro jornadas de intensa convivencia entre personas que en muchos casos se iban a conocer por primera vez y deberían colaborar y echarse una mano tantas veces como fuera necesario. Cuestión de cultivar la amistad, la solidaridad y el compañerismo.

El primer día ya fue un desafío. Tras pasar la noche en el autobús y dormir poco y mal, los peregrinos llegaron a Sarria, situada teóricamente a 112 kilómetros a pie de la Plaza del Obradoiro, todavía de noche y a muy pocos grados de temperatura ambiente. Allí mismo, mientras hacían tiempo para poner el primer sello en la Credencial del Peregrino, tomaron un rápido desayuno de leche y cereales para coger fuerzas y, sin tiempo para nada más, comenzó la ruta que les llevaría a abrazar al Santo cuatro días después.

Ese primer día fue el más corto en kilómetros, poco más de veinte, pero sumados a los viajes que la mayoría llevaba acumulados, dejó agotados a los peregrinos, que sacaron todo el jugo a las sobrias literas del albergue de Portomarín que les abrigó la primera noche y donde empezaron a curarse ya las primeras ampollas en los pies de los que menos habían caminado en las semanas anteriores. Lo mejor, el tiempo, porque Galicia recibió a la Fundación Alberto Contador sin lluvia y con mucho sol, unas condiciones casi milagrosas que por fortuna se mantuvieron hasta el último día.

La expedición hizo el Camino de Santiago cargando en sus mochilas con toda la impedimenta, desde la ropa técnica, proporcionada por Polartec, sponsor principal de la Fundación, hasta el saco de dormir y los utensilios de comida. El único lujo, un coche de apoyo encargado del avituallamiento de mediodía, dada la dificultad de encontrar sobre la marcha comida para tantas personas, y de los desayunos. El peso de las mochilas también fue pasando su factura con el paso de los kilómetros, aumentando la dificultad de la caminata y su exigencia física, dada la falta de costumbre de los ciclistas, habituados, precisamente, a lo contrario, a quitar el máximo peso posible de sus máquinas.

El gran desafío, sin embargo, llegó en la jornada final, con 40 kilómetros a recorrer que a la postre, entre idas y venidas desde el albergue de San Lázaro al centro de Santiago, acabó sumando 50 kilómetros en las piernas de los caminantes.

El toque de diana fue a las dos de la mañana, tras sólo cuatro horas de sueño para los que se fueron antes a la cama. Cinco horas de oscuridad y e intenso frío antes del amanecer les esperaban a modo de desayuno y como una moderna Santa Compaña, las linternas frontales de los miembros de la Fundación Alberto Contador iluminaron las huellas milenarias del Camino de Santiago para llegar sin pérdida a la Plaza del Obradoiro.

Después de superar el durísimo tramo nocturno y de dos paradas para reponer fuerzas y restañar las heridas en los pies, los caminantes llegaron al Monte do Gozo a las dos de la tarde del martes 6 de diciembre. En algún momento había habido que echar una mano con sus mochilas a los más agotados, pero al final, todos y cada uno de los miembros del equipo consiguieron cumplir el objetivo y llegar a la Catedral de Santiago por su propio pie, para lanzar un último grito de júbilo bajo la sombra de la imponente Catedral, enmascarada por los andamios de su enésima restauración.

El ‘building camp’ de la Fundación Alberto Contador terminó cuando los peregrinos vieron estampado su nombre en latín en sus respectivas ‘Compostelas’, después de la visita y el abrazo ritual al Santo y de pedir en silencio el cumplimiento de algún objetivo futuro. Al fin y al cabo, ellos ya habían hecho su parte. La Fundación Alberto Contador también salió del Obradoiro más fuerte y cohesionada para afrontar la próxima temporada. El podómetro marcaba por entonces 136 kilómetros efectivos de marcha a pie. Por delante quedan ahora muchos miles en bicicleta llenos de ilusión.

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